Actualidad
Razón biológica: La base evolucionista del pensamiento
El libro Razón biológica: La base evolucionista del pensamiento (Carlos Castrodeza, 2011) plantea una perspectiva sobre cómo la ciencia y la filosofía se entrelazan para definir la humanidad. A continuación, Juana García Romero ofrece un comentario sobre esta obra.
Niños a la orilla del mar por Joaquín Sorolla. / Wikimedia Commons
En su obra Razón biológica: La base evolucionista del pensamiento, Carlos Castrodeza examina las visiones clásicas del mundo: la esencialista y la accidentalista. Su objetivo es mostrar la ambigüedad en que se encuentra la «condición histórica del hombre desde la perspectiva de Occidente» (p. 26). Para Castrodeza, la Filosofía debe aclarar esta ambigüedad utilizando la razón biológica, fundamentada en el estudio de la base evolucionista del pensamiento.
A lo largo del libro, describe la importancia que tiene el individuo modal (clase media) por ser el que más padece la paradoja supervivencia-existencia, debido a su inconformismo y su afán por comprender las cosas emprendiendo caminos nuevos (ciencia y tecnología) para controlar su medio más inmediato, garantizando su supervivencia en «el más acá» y poder dar sentido a su existencia en relación «al más allá».
Esta obra plantea una discusión interesante al aplicar conceptos como información, conocimiento y adaptación a todos los seres vivos, incluido el ser humano (p. 16). Castrodeza sostiene que estos conceptos son esenciales para comprender a los seres en su entorno, donde se manifiestan su diversidad y pluralidad. Esto hace que la objetivación resulte cada vez más compleja y, con ello, que las teorías científicas y las filosóficas estén en constante revisión. Como señala Quine, «la filosofía está en el extremo abstracto y teórico de la ciencia. La ciencia, en su sentido más amplio, es un elemento continuo que va desde la historia y la ingeniería, en un extremo, a la filosofía y matemáticas puras, en el otro» (p. 222).
La razón biológica afecta al ser humano instintivo y al racional. Sin embargo, cada individuo tiene su ‘clase y condición’, lo que da lugar a castas y/o clases sociales (p. 236). La ortodoxia más accidentalista afirma que «la selección no actúa directamente a nivel social (de la especie o de la población) por lo que si del beneficio del individuo se deriva un beneficio social esto ocurre a pesar de la acción individual y no por su causa» (p. 214).
Para enfrentar el desafío de la supervivencia (mantenimiento y reproducción), Castrodeza señala que «lo que es preferible lo determinan las circunstancias […], sobre una base interorgánica absolutamente igualitaria» (p. 17). La dicotomía esencialista-accidentalista «no refleja la realidad que se pretende sino, simplemente la situación entre dos grupos de seres humanos que se sienten, respectivamente, más o menos seguros en su medio en función de su propia historia personal y social» (p. 151), formalizándola a través de dos actitudes: instintivista (primer orden) y racionalista (nivel intelectivo de segundo orden). «Los instintivistas no utilizan las palabras para precisar lógicamente sus ideas, sino más bien para señalar unas vivencias, para plasmar en palabras unas intuiciones que entran mucho más en la expresión artística que en la lógica» (p. 168).
Al final de su exposición, Castrodeza afirma que las tipologías tratadas en su estudio son «el resultado de la interacción del genotipo y el ambiente percibido, es decir, […] estrategias de supervivencia. En todo caso, se ‘genetizarían’, valga el término, aquéllas que facilitaran más la supervivencia a través de los tiempos», siguiendo el proceso de asimilación genética que lanzó Conrad Waddington (p. 246).
El libro también examina la palabra scientist, que surgió en la primera mitad del siglo XIX para diferenciarse de los artist (p. 211). Aún hoy, se cuestiona si esta distinción facilita o entorpece la concepción de nuestra existencia.
Este libro está estructurado de la siguiente manera: Palabra preliminar sobre esta edición (p. 13), Tesis global de esta obra (p. 15), Prólogo (p. 21), Introducción (para emotivos). La base evolucionista de la Ilusión (p. 26), Capítulo 1. El aspecto ‘involutivo’ del proceso evolutivo (p. 39), Capítulo II. Estrategias adaptativas y eficacia biológica (p. 79), Capítulo III. ¿Para qué sirve la ética? (p. 111), Capítulo IV. Hacia una solución biológica al problema de las dos culturas (p. 153), Capítulo V. La diversidad del intelecto y su lógica biológica (p. 190), Conclusión. La base evolucionista del pensamiento filosófico (p. 235), Epílogo (para flemáticos) (p. 242), Bibliografía citada (p. 247), y un Índice onomástico (p. 263). En el año 1999, también, fue publicado por la editorial Minerva.
Carlos Castrodeza (Tánger, 1945 – Madrid, 2012) desarrolló su actividad investigadora en la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Edimburgo, la Universidad de Helsinki y la Universidad de Leeds. Desde 1985, fue profesor en el Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Facultad de Filosofía (UCM). Descanse en Paz.
Juana García Romero (Madrid, 1969) es profesora y doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Ha participado en el cortometraje «Próxima Estación», galardonado en el I Festival Internacional de Cine de la No-Violencia Activa (FICNOVA, 2013). Escritora científico-artística, ha publicado varios libros y colabora en revistas científicas, de poesía... Inició su actividad profesional en 1988 y desde 2006 ejerce como docente e investigadora, rol que desempeña hasta la actualidad.
Castrodeza, C. (2011). Razón biológica: La base evolucionista del pensamiento. Colección Razón y Sociedad. Madrid: Biblioteca Nueva. pp. 272. ISBN: 978-84-9940-236-9.