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Acerca de la educación del siglo XIX europeo

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Acerca de la educación del siglo XIX europeo

En su tesis doctoral, Juana García Romero examina la evolución y los conflictos de la educación durante un período crucial de transición en Europa. En esta síntesis, analiza cómo los enfrentamientos bélicos y las tensiones político-religiosas influyen en la estructura social y educativa. Destaca la polémica entre los valores del Antiguo Régimen y los valores del Nuevo Régimen, las iniciativas para mejorar la educación, tanto públicas como privadas y, también, la coexistencia de enfoques religiosos y laicos en la formación de la juventud.

24/07/2024Juana García Romero
La pradera de San Isidro (1788)

Francisco de Goya. La pradera de San Isidro (1788). Laurocio, vía Wikimedia Commons

El contexto histórico

Las injusticias que sufre la mayoría de la población durante el Antiguo Régimen despiertan la conciencia de los ilustrados europeos; por un lado, dan lugar a la Revolución Industrial inglesa (1780), de carácter económico, que no logra derrocar a la monarquía anglicana y, por otro, a la Revolución Francesa, de carácter político, que proclama la República (1789) bajo los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Mientras tanto, en España comienza el reinado de Carlos IV.

Estos acontecimientos influyen directamente en el contexto histórico español porque se intenta pasar de una sociedad estamental a una sociedad clasista, como la que prevalece en Europa, donde la burguesía es la clase dominante. Para evitar esto, se bloquean las reformas ilustradas. Ante la invasión napoleónica, la Guerra de la Independencia (1808-1814) reafirma a los españoles como un pueblo europeo, cuyo sentir religioso confirma la existencia del pueblo español. Con la Constitución de Cádiz (1812), conocida como "La Pepa", se inicia el constitucionalismo español.

Las guerras carlistas tienen un carácter político-familiar entre los partidarios de don Carlos y los de doña Isabel. La Pragmática Sanción de 1830, que deroga la Ley Sálica, resuelve la crisis dinástica a favor de Isabel II.

En 1861, Fernando de Castro pronuncia un Sermón ante la Corte acerca el terremoto de 1755 que afecta a Lisboa. Hace una analogía entre los terremotos y las revoluciones sociales, afirmando que las revoluciones sociales ponen en peligro el orden social establecido. Defiende el cristianismo como medio para superar estas crisis y recuerda que Dios es el fundamento del orden social y que sus preceptos deben ser aceptados para que la sociedad funcione correctamente.

En 1868 estalla "La Gloriosa", una revolución que no es reconocida ni condenada por el Papa, como esperaba la exiliada Isabel II. En este año también se firma una declaración a favor de la libertad de religión y la igualdad de cultos.

En 1869, se intenta una monarquía democrática con Amadeo de Saboya, que fracasa, dando paso a la República (1873-1874) reconocida por Estados Unidos y Suiza. El presidente Pi y Margall propone una Federación Universal de Naciones para la Humanidad.

Sucesivos golpes de Estado inducen a la proclamación de Alfonso XII (1874-1885) como monarca constitucional y, en 1886, con el nacimiento de Alfonso XIII, se resuelve la forma de gobierno de España, aunque aumentan las protestas y los movimientos sociales.

No obstante, el liberalismo prevalece a lo largo de este siglo. Europa está superando el Antiguo Régimen, pero en España, se consolida con la Restauración canovista, donde las instituciones reflejan la realidad histórica del pueblo español.

A su vez, se consolida el ideal femenino heredado de la Ilustración europea, donde la mujer está supeditada al hombre.  Sin embargo, en el siglo XIX se considera que la educación es el medio más adecuado para aliviar la penosa situación de la sociedad española, dando lugar a nuevas iniciativas pedagógicas y a la creación de centros educativos, beneficiando a mujeres, jóvenes y niños, principalmente.

Los nenúfares (1916-1919)

Claude Monet. Reproducción de Los nenúfares (1916-1919). Tobin Theatre Arts Fund, McNay Art Museum, vía Wikimedia Commons

La educación en el siglo XIX

En 1858, a Fernando de Castro se le encarga redactar una memoria educativa. En ella, destaca la importancia e influencia de la educación de la juventud como garante de la prosperidad social y base para la construcción de los Estados. 

Castro expone que en Francia, el sistema colegial interno es el más útil porque promueve el progreso del conocimiento humano; en Alemania, el sistema colegial externo es el más conveniente para las familias, pues valora las costumbres y humaniza la sociedad. Para España, propone la educación mixta como la más apropiada y sugiere la cooperación de las familias en la organización de la enseñanza pública. Sin embargo, observa que la educación familiar es difícil en ese momento porque, por un lado, las madres no tienen la instrucción adecuada para ser modelos de virtud y urbanidad y, por otro lado, percibe falta de interés por parte de los padres. Así pues, reclama la creación de Institutos para la educación de los jóvenes.

Julián Sanz del Río introduce la filosofía krausista en el ámbito universitario, lo cual preocupa al pensamiento católico vigente debido al proceso de secularización que la sociedad española empieza a experimentar. La Constitución de 1869 recoge estos cambios y derechos mientras que la Universidad se convierte en la institución que más apoya la modernización de la sociedad, aunque sin superar las incoherencias del sistema, reflejo de las contradicciones internas de la clase dominante. Sin embargo, se logran reducir las desigualdades al facilitar el acceso a una educación integral mediante la modificación de los planes de estudios.

En 1857, Sanz del Río califica la enseñanza universitaria como un "segundo nacimiento". Aunque recuerda a Hegel, sus referentes son Kant y Krause. Se interesa por la difusión de la filosofía krausista en detrimento de la hegeliana. Reclama la independencia y el respeto para cada institución, destacando la Universidad como la más importante, pues debe velar por la Cultura y la Ciencia, donde el conocimiento racional es competencia exclusiva del cuerpo científico, y no del Estado o la Iglesia.

En 1868, se reincorporan a los catedráticos separados de la Universidad Central. Fernando de Castro introduce la figura de Jesucristo en su discurso, determinante para entender el nuevo enfoque de acceso al conocimiento de la Ciencia y la Cultura, donde la libertad es el garante del correcto desarrollo del conocimiento humano. Califica a la Universidad como la "segunda madre de la juventud", desde donde se divulgan la Ciencia y las Letras y se consolida la apertura hacia la modernidad europea.

En 1870, se funda la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, presidida por Fernando de Castro, enfocada en elevar el nivel cultural y social de la mujer según el ideal católico-cristiano. 

En 1872, se funda la Asociación Católica de Señoras, presidida por la Condesa de Superunda, con la aprobación del Papa Pío IX. Esta asociación se preocupa por la educación de la infancia necesitada y enseña a las niñas las labores propias de su sexo. Aunque los niños y las niñas reciben enseñanzas diferentes, la memoria se ejercita y potencia en ambos sin distinción.

En 1876, se funda la Asociación de la Institución Libre de Enseñanza, presidida por Laureano Figuerola, centrada en el estudio de la Ciencia mediante métodos racionales. Posteriormente, en 1882, bajo la presidencia de Segismundo Moret, se centran en la educación primaria y secundaria, excluyendo la superior, pero manteniendo actividades como conferencias, publicaciones, reuniones musicales..., consideradas neutrales. 

Aunque la intención es buena, resulta difícil creer en dicha neutralidad porque, por descontento con el sistema educativo, optan por crear esta digna alternativa educacional. Estas asociaciones se ubican en Madrid.

El porqué del trabajo

En el siglo XVI, la nobleza considera el trabajo manual como algo vergonzoso; en el XVII, el trabajo pasa a ser signo de prosperidad y, a finales del XVIII, se considera como un bien para cualquier nación.

Adam Smith, en el siglo XVIII, afirma que el trabajo es la base de la propiedad privada y el derecho más sagrado en la sociedad. Sostiene que las relaciones laborales deben respetar la libertad de elección de los trabajadores para no perjudicar su patrimonio y modo de vida. En el siglo XIX, Laureano Figuerola afirma que el trabajo es la actividad humana que garantiza su conservación y desarrollo.

Aunque viven en siglos distintos, ambos coinciden en el objetivo a alcanzar porque el trabajo es un hecho constatable a lo largo de la historia humana y puede ser objeto de estudio desde una perspectiva científica. Figuerola sostiene que la ley general del trabajo constituye la filosofía del trabajo, donde este es un fenómeno racional que busca obtener el mayor beneficio con el menor esfuerzo. Aclara que las profesiones liberales y las nobles artes no son actividades estériles y también forman parte de la ciencia del trabajo, sacralizando el trabajo cristiano y mostrando su correlación con la doctrina cristiana.

Todas las ocupaciones humanas muestran las diferencias entre las personas y la necesidad que tienen unas de otras. En el plan divino, todas las actividades son dignas de consideración; sin embargo, no ocurre lo mismo en la sociedad, de ahí la necesidad de la ciencia como medio para corregir los prejuicios mientras que las obras sociales alivian la necesidad humana; así pues, la educación y el trabajo constituyen los pilares básicos para facilitar el progreso social y superar las injusticias presentes en la sociedad, donde la ausencia de libertad provoca el reclamo de derechos por parte de los más desfavorecidos: esclavos negros, mujeres e infancia.

En 1865, Julio Vizcarrondo Coronado, con el apoyo de Figuerola y otros, funda la Sociedad Abolicionista Española en Madrid. 

En 1870, Segismundo Moret defiende la ley de los vientres libres: establece que los hijos de esclavos sean libres desde su nacimiento. No obstante, la esclavitud es una forma de opresión ejercida a través del trabajo por falta de derechos concretos y, por ello, Castro pide a la Nación española que acabe con esta desigualdad, considerándola una cuestión social de los pueblos cultos y cristianos. En 1872, como presidente de dicha Sociedad, afirma que donde ya no existe esclavitud, se consolida la paz y el trabajo es mejor y más barato.

En la década de 1880, se abole definitivamente la esclavitud y la trata de personas, lo que significa el reconocimiento de la existencia y libertad de los pueblos del mundo, como reclamaba la Vieja Europa. Sin embargo, la pobreza, por ser un problema religioso y un hecho universal, resulta más difícil de erradicar. Frente a la caridad y las instituciones benéficas, que reducen la marginación social, se reclama el derecho al trabajo.

Preocuparse por la pobreza es sinónimo de distinción social, de ahí el interés por crear Asociaciones de Amigos de los Pobres. En 1866, la Sociedad de los Amigos de los Pobres presenta un escrito en el Senado de Madrid, siendo Julio Vizcarrondo uno de los firmantes, donde sus miembros se defienden de las acusaciones por apropiación indebida de fondos y critican la beneficencia oficial. Posteriormente, en 1872, se funda la Asociación de Amigos de los Pobres en Madrid, para socorrer a los más necesitados, presidida por Sandalio Sedeño.

Así, no solo no se reduce la pobreza, sino que se practica otro tipo de discriminación más indigna, consecuencia del constructo social que ciertas clases mantienen para asegurar sus privilegios, donde las desdichas conviven con la ostentación y las riquezas humanas, siendo el lujo sinónimo de decadencia femenina. Ante esto, Antonio María Segovia afirma que el alma es el mejor adorno de la mujer.

Conocer a Dios

En 1842, Fernando de Castro afirma que confía en la inteligencia y en el estudio de la Teología y sus afines para superar la época de transición en la que se encuentra España. Según Castro, los Gobiernos deben asegurar a la sociedad civil el acceso al conocimiento de la vida trascendental a través de estas disciplinas, pues garantizan el orden social y el progreso. Propone a Jesucristo como guía de la Humanidad y sugiere que la Iglesia debe poner la Religión al servicio del Estado y de la sociedad para contribuir a la resolución de problemas.

En 1852, Mariano Palacio reclama la necesidad del estudio de la Teología mística para perfeccionar el cristianismo con ayuda de la Filosofía. 

En 1856, Julián Sanz del Río afirma que la Filosofía debe ser la razón de la vida, elaborando su filosofía novísima.

En 1869, Mariano Llorente manifiesta la necesidad de la fe para que la razón supere sus propios límites y acceder al conocimiento de Dios como modelo de sabiduría. Sin embargo, reconoce que, a veces, la fe no es suficiente y se requiere de la Revelación para que los pueblos lleguen a Él. Llorente reconoce la religión del pueblo hebreo como la primera hasta la venida de Jesucristo y afirma que la doctrina católica es la religión verdadera y no la protestante. 

Así pues, la concepción teológica de la vida muestra que el estudio de la dimensión trascendental humana es necesario para consolidar las aspiraciones y cambios oportunos. El alma, creada por Dios para la eternidad, goza de la santidad característica de la mística cristiana, que muestra el verdadero acceso al conocimiento de Dios, y es en la interrelación entre Teología y Filosofía donde se manifiestan la coherencia de la experiencia mística y las contradicciones del alma humana.

Conclusión

Los enfrentamientos bélicos de finales del siglo XVIII marcaron el devenir de España en el siglo XIX. Por un lado, sufrió los conflictos derivados de la expansión del Imperio británico y del Imperio español, motivados no solo por intereses económicos, sino también por intereses político-religiosos entre la monarquía anglicana y la monarquía católica y, por otro lado, el despotismo napoleónico del Imperio francés y el descontento generalizado del Vaticano. 

En esta época de transición, España tuvo que convivir con los valores del Antiguo Régimen y los valores del Nuevo Régimen. Solo las élites lograron sobrevivir sin grandes penurias porque el resto de la población aumentó el número de analfabetos y pobres. Para rescatarlos de esta situación, el sistema público de educación se centró especialmente en la educación de la juventud y la educación universitaria. Entre las iniciativas privadas, destacaron la Asociación para la Enseñanza de la Mujer y la Asociación Católica de Señoras, ambas de carácter religioso, y la Asociación de la Institución Libre de Enseñanza, de carácter laico.

Froebel fue uno de los pedagogos que más influyó en esta época. Defendió el estudio de la Naturaleza como el medio más seguro para lograr el avance del conocimiento humano, en contraste con la pedagogía católica-cristiana que basó sus enseñanzas en la imitación de Cristo y sometió el conocimiento racional del entorno a la fe, considerada el garante de la verdad revelada por Dios.

Así pues, la educación del siglo XIX compartió y defendió los valores y el optimismo pedagógico ya manifestados por Rousseau en su época.

Referencias bibliográficas en la tesis doctoral Acerca de la educación del siglo XIX europeo.

Juana García Romero (Madrid, 1969) es profesora y doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Ha participado en el cortometraje Próxima Estación, galardonado en el I Festival Internacional de Cine de la No-Violencia Activa (FICNOVA, 2013). Escritora científico-artística, ha publicado varios libros y colabora en revistas científicas, de poesía... Inició su actividad profesional en 1988 y desde 2006 ejerce como docente e investigadora, rol que desempeña hasta la actualidad.