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La UAM en construcción

Breve recorrido histórico

El surgimiento de la Universidad Autónoma de Madrid

Ministerio de Educación y ciencia

Entre 1950 y 1970, España experimentó un incremento notable de la población universitaria en las grandes ciudades, que llegó incluso a multiplicarse por cuatro. Esta circunstancia indicó la necesidad de buscar una solución que aliviara la creciente masificación y transformara, además, la vida universitaria, que desde entonces se desarrolló con mayor autonomía en la gestión y al compás de unos planes de estudio nuevos concebidos para erradicar la desconexión existente entre la educación superior y las demandas de una sociedad cada vez más dinámica y práctica.

En 1968, un ambicioso proyecto de alcance nacional (Decreto-Ley 5/1968, de 6 de junio) hizo surgir tres universidades nuevas para Bilbao, Barcelona y Madrid, y favoreció la renovación de la educación y la reestructuración de la universidad al apartarse del antiguo sistema de distritos dependientes de una misma corporación.

Aquel texto se anticipaba en pocos días a la constitución de la Comisión Promotora (Orden, de 27 de julio), de la que Luis Sánchez Agesta iba a ser nombrado presidente, para promover y organizar nuestra universidad, denominada entonces y por primera vez «Autónoma», y desarrollar su régimen docente y económico-administrativo.

Pocos meses después, el 25 de octubre, la moderna universidad Autónoma de Madrid, comenzaba a impartir docencia en unos edificios emblemáticos de la arquitectura y el paisaje metropolitano que, aunque prestados y adaptados repentina y someramente a esa función, le permitirían encontrarse con sus primeros alumnos antes de lograr sus campus propios. 

Ministerio de Educación y ciencia

Durante el primer curso académico, 1968-1969, las facultades de las que constaba matricularon a 1.173 alumnos y alumnas: 491 en Ciencias, 270 en Ciencias Económicas y Empresariales (Sección Económicas) y 412 en Filosofía y Letras, que les fueron confiados a 60 docentes para su formación; sin contar Derecho y Medicina por comenzar algo más tarde.

Ese mismo Decreto-ley estableció reformas de aplicación a los nuevos centros de enseñanza creados por él y supuso el impulso que condujo, en 1969, a la presentación del Libro blanco de la educación, conocido como La educación en España: bases para una política educativa, que fue redactado para conseguir la integración social y natural de los españoles mediante un sistema de enseñanza que ofreciera igualdad de oportunidades a todos, elevase el nivel cultural de la población y, en especial, atendiera a un problema tan acuciante como el universitario; creando tantas instituciones de enseñanza superior como fueran necesarias para satisfacer la demanda y necesidades de puestos de estudio.

personas reunidas

Un proyecto que comprendía, ya, las bases o líneas generales de la que iba a ser la futura política educativa española para todos los estadios formativos, definida en 1970 en su texto y estructura fundamental por la Ley General de Educación y Financiamiento de la Reforma Educativa (Ley 14/1970, de 4 de agosto) que antecedía al nombramiento de Luis Sánchez Agesta como rector de la UAM en septiembre de 1970 y a los Estatutos provisionales de esta universidad aprobados por (Decreto 3860/1970, de 31 de diciembre).

Como si se tratara de un símbolo y avanzada de la reforma educativa, se inauguraron entonces un campus urbano para Medicina junto a la residencia sanitaria La Paz (9 de noviembre de 1970) y otro campus periférico en los terrenos de Cantoblanco-El Goloso (25 de octubre de 1971).  

Estos son algunos fragmentos históricos y las primeras huellas de cómo surgió la Universidad Autónoma de Madrid, la que después de algunas décadas alcanza hoy un alumnado de 30.000 personas, asistidas por otras 3.000 dedicadas a la docencia e investigación y supera el millar de profesionales en la administración y servicios. Una institución consolidada y reconocida internacionalmente que desde su nacimiento decidió formar las nuevas generaciones en conocimientos y valores.

Historia del Patrimonio Artístico UAM

El patrimonio ha formado, siempre, parte de las señas de identidad esenciales de nuestra comunidad, no solo por el volumen de elementos que atesora, sino también por la importancia de los materiales que conforman sus diferentes colecciones constituidas por bienes inmuebles y muebles. El fondo de obras de la UAM supone un capítulo clave para su memoria y la historia de la universidad española, pero también de la ciudad y la sociedad donde se encuentra. Los aspectos formales arquitectónicos y los componentes puramente artísticos que integran esta parte del patrimonio cultural son un referente para nuestra institución educativa desde su inicio y por ello se quiere subrayar y tratar el significado, expresión, valor y riqueza plástica de cada uno de ellos.

Recién iniciada la década de 1970, la UAM se convirtió en una referencia clara para la sociedad del momento, no sólo por la investigación y la formación superior de calidad que le habían sido encomendadas, sino también por constituirse en la expresión formal de una arquitectura, la que hoy denominamos «casco antiguo», que debía acoger a una población estudiantil en constante crecimiento y satisfacer las directrices de los nuevos planes de estudio.

En analogía con los programas educativos que deseaban reformar la enseñanza universitaria mediante el intercambio libre y abierto del conocimiento y compartir disciplinas entre las facultades, se pensó para esta universidad un nuevo concepto u orden arquitectónico basado en la relación intensa y variada de los departamentos, en la requerida permeabilidad arquitectónica, la flexibilidad funcional, la expansión, amplitud y la expresiva transparencia.


 

La proyección singular de la UAM fue definida con esmero desde aquel Ministerio de Educación y Ciencia que supo dotar a nuestra enseñanza de un acomodo diferente al creado y pensado hasta entonces, al trazar este entorno como un espacio privilegiado para la arquitectura y el arte del momento, los que trataban de abrirse paso en lo funcional y el espíritu moderno, en la plástica internacional; y poco a poco en el terreno de lo social, la política y la economía más actual. De ahí que su arquitectura de apariencia formal progresista se viera reforzada estéticamente por el trabajo de diferentes artistas con la integración de sus obras en estos espacios heterogéneos.

 

La fusión entre la edificación, la construcción, el paisaje y las demás artes vino a generar una colección en el propio seno de la institución que, con el paso del tiempo, se ha entendido como el origen o primer impulso vital de nuestro patrimonio artístico.

Estas primeras producciones desvelan los retos y éxitos del arte de un momento, su valor y significado actual; las aspiraciones, trabas y triunfos de arquitectos y artistas en ese camino nada fácil de la apertura hacia una arquitectura diferente y la liberación en el arte.

Por ello, es importante difundir aquí la realidad de nuestros campus, de esas redes arquitectónicas de dimensiones formidables, elevadas cada una de ellas en poco más de un año, entre 1969 y 1971, acabadas con el mejor esmero y en el tiempo acordado. Para lo que fue preciso estudiar las soluciones estructurales, el ritmo modular y el uso de materiales prefabricados de calidad, sólidos, seguros, de fácil montaje y buen aspecto sin enmascarar: hormigón, acero, ladrillo, aluminio, plástico y cristal. La reflexión actual nos demuestra que se trató de un desafío para sus responsables, de un ejemplo de organización con los primeros ordenadores y el compromiso de las constructoras, los miles de obreros y técnicos especializados implicados en cada una de las actuaciones durante las obras

También son ya historia los revestimientos cerámicos de grandes dimensiones, atractivas formas y asombrosas gamas cromáticas que realizaron varias firmas madrileñas; las más de treinta esculturas y sorprendentes murales producidos en hierro, hormigón, fibra de vidrio, cerámica y diferentes metales; de naturaleza plural, figurativos y abstractos, que componen la primera colección artística integrada en los campus de Medicina y de Cantoblanco, en los que irrumpió una noción del espacio diferente, ilimitado e inconmensurable, donde los nuevos materiales industriales y los antiguos tratados de manera diferente permitieron posibilidades técnicas que llevaron hacia temas, signos y semblantes alejados de los habituales entre arquitectos y artistas.

Realizaciones atractivas e ingeniosas inmersas en la arquitectura y en la actual masa ajardinada y forestal ya prevista en el pasado, según reflejan los planos con detalles de las plantaciones de hoja caduca o perenne, el clima, terreno, crecimiento, floración, color, aromas y vistosidad para generar perspectivas y zonas gratas al recreo y la proyección de sombra propias del tan deseado «parque educacional».