LOS LEGISLADORES: ZALEUCO Y LA INTERPRETACIÓN DE SU OBRA
"En efecto, Zaleuco era por nacimiento italiano, locrio,
hombre de noble linaje y admirado por su cultura, discípulo de Pitágoras
el filósofo. Encontrando gran aceptación en su patria, fue elegido
legislador y cimentando desde el principio una nueva legislación, comenzó
en primer lugar por los dioses celestiales. Al comienzo, en el proemio a la
totalidad de su legislación, decía que era necesario que los
que habitaban en la ciudad creyesen lo primero de todo y estuviesen persuadidos
de que los dioses existían; y en sus pensamientos, al examinar el cielo,
su disposición y orden, juzgasen que estas cosas no estaban así
dispuestas por el azar o por los hombres, y honrasen a los dioses como causantes
de todas las cosas bellas y buenas de la existencia para los hombres; y tuviesen
el alma limpia de toda maldad porque los dioses no se congracian con los sacrificios
y ofrendas de los depravados sino con los justos y honestos comportamientos
de los hombres buenos. Habiendo exhortado por medio del proemio a los ciudadanos
a la piedad y justicia añadió la orden de que ninguno de los
ciudadanos tuviese enemigo irreconciliable, sino que de tal manera borrase
la enemistad que llegara de nuevo a la reconciliación y amistad. Y
quien actuase contra estas normas fuera considerado entre los ciudadanos como
un hombre de alma ruda y violenta. Aconsejaba a los magistrados que no fuesen
arrogantes ni soberbios y que no juzgasen basados en la enemistad o amistad.
Y en la codificación, según las partes, muchas cosas añadió
de su propia iniciativa, sabia y excelentemente.
Ordenando todos los demás legisladores penas pecuniarias a las mujeres
que erraban, él rectificó los desenfrenos de aquéllas
con un ingenioso castigo. Porque así escribió: a una mujer libre
que no le acompañe más que una sirvienta, a no ser que esté
ebria. No salga fuera de la ciudad por la noche a no ser la que vaya a cometer
adulterio. No vista ropas doradas ni vestidos bordados a todo lo largo a no
ser que sea prostituta. El hombre no lleve anillo dorado ni vestido semejante
al milesio a no ser que haya frecuentado la prostitución y haya cometido
adulterio. Gracias a esto, de manera fácil apartó a los ciudadanos
de la funesta vida muelle y del desenfreno de las costumbres con las vergonzosas
reducciones de las penas. Porque nadie quiso servir de risa a los ciudadanos
confesando su vergonzoso desenfreno. También legisló de manera
acertada otras muchas normas referentes a los contratos y a las demás
cosas que provocan controversias a diario, de las que sería muy largo
escribir y no se acomoda al relato que nos hemos propuesto". (Diodoro
Sículo, XII, 19, 3- 21).
"Dos jóvenes litigaban por un esclavo que había
servido mucho más tiempo a uno de ellos que al otro, pero éste
segundo dos días antes se aprovechó de una ausencia del dueño,
se dirigió al campo y se llevó al esclavo a casa a viva fuerza.
Cuando el primero se percató de lo ocurrido, se personó en el
domicilio de su rival, recuperó al esclavo y lo condujo a la presencia
de los magistrados; alegó que la ley le apoyaba en su derecho de presentar
fiadores. En efecto, la ley de Zaleuco promulgaba: 'La cosa objeto de disputa
debe ser retenida por el que efectuó la abducción hasta que
se celebre el juicio'. El otro objetaba que, según la misma ley, era
él quien había efectuado la abducción, ya que, materialmente,
el esclavo había ido al tribunal desde su casa. Los magistrados presidentes
se veían en un apuro, alargaron el juicio y pasaron el litigio al cosmópolis,
quien interpretó la ley diciendo que la abducción siempre resultaba
hecha por aquellos en poder de los cuales la cosa en litigio había
permanecido indisputablemente algún tiempo. Si se da el caso de que
uno desposea violentamente a otro y se lleve lo disputado a su domicilio,
y el antiguo propietario proceda, a su vez, a una abducción, ésta
no lo es desde un punto de vista estrictamente legal. El joven afectado lo
tomó muy a mal y dijo que no era ésta la intención del
legislador. Y entonces, explican, el cosmópolis le invitó a
disertar sobre el caso según la ley de Zaleuco. Ésta consiste
en hablar, en una sesión de los mil, con la soga puesta en el cuello,
sobre la intención del legislador. Aquél de los dos oradores
que parezca haber interpretado la ley deficientemente es ahorcado allí
mismo, en presencia de los jueces. Esto es lo que propuso el cosmópolis.
Dicen que el joven reputó desigual la proposición, ya que al
cosmópolis le debían quedar dos o tres años de vida,
pues rondaba los noventa; a él, en cambio, según cálculos
verosímiles, tenía por delante la mayor parte de su existencia.
El joven, con aquella agudeza, le quitó hierro al asunto, pero los
magistrados decidieron la abduccción según el parecer del cosmópolis".
(Polibio, XII, 16).