LA TIRANÍA EN CORINTO

"En efecto, el régimen político que tenían los corintios era, concretamente, una oligarquía, cuyos integrantes, llamados Baquíadas, gobernaban la ciudad y concertaban los matrimonios de sus hijas, y los suyos propios, en el ámbito de su familia. Pues bien, Anfión, que era un miembro de dicho clan, tuvo una hija coja, cuyo nombre era Labda. Como ningún Baquíada quería casarse con ella, la desposó Eetión, hijo de Equécrates, que era natural del demo de Petra, si bien, por sus antepasados, era Lapita y descendía de Ceneo [...] Entretanto, con el paso del tiempo, el hijo de Eetión fue creciendo; y, como había escapado al citado peligro gracias a la jarra, para llamarlo se le impuso el nombre de Cípselo. Pues bien, cuando se hizo un hombre, Cípselo, que se hallaba en Delfos formulando una consulta, recibió un oráculo sumamente favorable, por lo que, depositando su confianza en él, se lanzó sobre Corinto y se apoderó de la ciudad. Por cierto que el contenido del oráculo fue el siguiente:
'Dichosa esa persona que bajando está a mi morada, / Cípselo hijo de Eetión, soberano de la gloriosa Corinto/ tanto él como sus hijos, pero ya no los hijos de sus hijos'.
Esa fue, en suma, la afirmación del oráculo. Y, una vez erigido en tirano, he aquí la clase de hombre que fue Cípselo: desterró a muchos corintios, a otros muchos los privó de sus bienes, y a un número sensiblemente superior de la vida.
Cípselo ejerció el poder por espacio de treinta años y su vida fue afortunada hasta el final, sucediéndole en la tiranía su hijo Periandro. Pues bien, al principio Periandro se mostró más benévolo que su padre; pero, desde el momento en que, por medio de mensajeros, entró en contacto con Trasibulo, el tirano de Mileto se volvió mucho más sanguinario si cabe que Cípselo. [...] Periandro comprendió el comportamiento de Trasibulo y se percató de que le aconsejaba asesinar a los ciudadanos más destacados; de manera que, a partir de entonces, hizo gala, contra los corintios, de la crueldad más absoluta, pues todo aquello que el despotismo asesino y persecutorio de Cípselo había dejado intacto, lo remató Periandro" (Heródoto, V, 92, 1 - 1).

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