POLIS Y POLÍTICA EN LA REFLEXIÓN DE ARISTÓTELES
"Me refiero a la tesis de que lo mejor es que toda ciudad
sea lo más unitaria posible. Ese es el postulado básico que
acepta Sócrates. Pues bien, es evidente que al avanzar en tal sentido
y unificarse progresivamente, la ciudad dejará de serlo. Porque por
su naturaleza la ciudad es una cierta pluralidad, y al unificarse más
y más, quedará la familia en lugar de la ciudad, y el hombre
en lugar de la familia. Podemos afirmar que la familia es más unitaria
que la ciudad, y el individuo más que la familia. De modo que aunque
uno pudiera activar tal proceso, no debería hacerlo, porque destruiría
la ciudad.
Y no sólo está compuesta la ciudad por gentes múltiples,
sino por gentes que difieren además entre sí de modo específico.
Una ciudad no se compone de iguales. Distintas cosas son una alianza militar
y una ciudad. En la primera lo fundamental es la cantidad, sin importar que
todos sean de la misma clase (puesto que la alianza militar se forma con vistas
a un mutuo auxilio), como el peso que hace inclinarse la balanza. Del mismo
modo se diferenciará también una ciudad de una tribu, a no ser
que la población esté repartida en aldeas, como entre los arcadios.
Pero aquellos elementos con los que ha de constituirse una ciudad se diferencian
de modo específico. Por eso precisamente la igualdad en la reciprocidad
es la salvaguardia de las ciudades, como ha quedado dicho ya en nuestra Ética.
Aun entre los libres y de igual clase es necesario que sea de este modo, pues
no es posible que todos manden, a no ser por turnos de un año o por
cualquier otra distribución y tiempo. Sucede entonces que de este modo
todos ejercen el mando, como si alternaran los zapateros y los carpinteros,
y no fueran siempre los mismos zapateros y carpinteros. Puesto que así
es mejor, también en los asuntos de la comunidad política es
evidente que sería mejor que mandaran siempre los mismos, a ser posible.
Pero en los casos en que no es posible, por ser todos iguales por naturaleza,
es al mismo tiempo justo que, tanto si el mandar es un bien o un mal, todos
participen en él. Esto es lo que se pretende al cederse los iguales
por turnos los cargos y al considerarse como iguales al margen de los mismos.
Los unos mandan y los otros se someten a su mando por turno, como si se transformaran
en otros. Y del mismo modo entre los que mandan unos desempeñan unos
cargos y otros, otros. Por lo tanto, de todo eso queda claro que la ciudad
no es por naturaleza tan unitaria como afirman algunos, y que lo que postulan
como el mayor bien en las ciudades las destruye. Mientras que, por el contrario,
el bien de cada cosa la mantiene a salvo. Hay también otro modo de
evidenciar que el buscar la excesiva unificación de la ciudad no es
mejor: la familia es más autosuficiente que el individuo y la ciudad
más que la familia. Precisamente cobra existencia una ciudad cuando
sucede que autosuficiente su comunidad numérica. Luego si hay que preferir
lo más autosuficiente, hay que preferir lo menos a lo más unitario".
(Aristóteles, Política, 1261 a 14-1261 b 15).