EL COMERCIO GRIEGO CON EGIPTO: NÁUCRATIS
"Y como amigo de los griegos que era, Amasis, entre otras
muestras de cordialidad que dispensó a algunos de ellos, concedió,
a quienes acudían a Egipto, la ciudad de Náucratis para que
se establecieran en ella; y a quienes no querían residir allí,
pero llegaban navegando a su país, les dio unos terrenos para que en
ellos levantaran altares y recintos sagrados a sus dioses. Pues bien, el mayor
de esos recintos (que, al tiempo, es el más renombrado y frecuentado
y que se llama Helenio) lo fundaron en común las siguientes ciudades:
Quíos, Teos, Focea y Clazómenas, entre las jonias; Rodas, Cnido,
Halicarnaso y Fasélide, entre las dorias, y solamente Mitilene, entre
las eolias. A estas ciudades pertenece ese sagrado recinto y son ellas las
que proporcionan los intendentes del mercado; en cambio, todas las demás
ciudades que se lo atribuyen, lo hacen sin tener derecho alguno. Aparte de
este santuario, los eginetas han erigido por su propia cuenta un recinto consagrado
a Zeus; los samios, otro a Hera, y los milesios, otro a Apolo.
Náucratis, por cierto, era antiguamente el único puerto comercial
de Egipto; no había ningún otro. Y si alguien arribaba a otra
boca cualquiera del Nilo, debía jurar que no había llegado intencionadamente
y, tras el juramento, zarpar con su nave rumbo a la boca Canóbica;
o bien - caso de que, por la existencia de vientos contrarios, no pudiera
hacerse a la vela - tenía que transportar su cargamento en baris,
atravesando el Delta, hasta llegar a Náucratis. Tal era, en suma, la
prerrogativa de Náucratis". (Heródoto, II, 178-179).