"Un tal Miscelo, de estirpe Aquea, procedente de Ripes, llegó hasta Delfos y le interrogó al dios sobre el nacimiento de sus hijos. La Pitia le respondió con el siguiente oráculo:
'Miscelo corto de espalda, Apolo protector te ama
y te dará descendencia; pero antes te manda que hagas esto:
que fundes la gran Crotona en medio de ricos campos de cultivo".
Como no sabía nada con respecto a Crotona, nuevamente le dijo la Pitia:
'El que nunca yerra, en persona te habla: presta atención.
Ésta en verdad es la tierra de los Tafios, nunca arada; ésa otra Cálcis,
aquélla la tierra de los Curetes ... tierra sagrada,
aquéllas las Equínades. Y a su izquierda un inmenso mar.
De este modo no creo que pases de largo del cabo Lacinio,
ni de la sagrada Crimisa ni del río Ésaro'.
Aunque a Miscelo le había sido encomendado por el oráculo fundar Crotona, preso de admiración por el territorio en torno a Síbaris, decidió fundar allí su ciudad, por lo que tuvo que enviársele este oráculo:
'Miscelo corto de espalda, buscando otras cosas por encima de la voluntad del dios,
buscas tu propia ruina; acepta de buen grado el regalo que el dios te hace'".
(Diodoro, VIII, 17).
"Pero si por la rapidez de sus pies la victoria uno logra,
o en el pentatlo - allí en el recinto sagrado de Zeus,
junto al río de Pisa, en Olimpia -, o bien en la lucha,
o en el pugilato que causa tremendos dolores,
o bien en ese espantoso certamen que llaman 'pancracio',
muy ilustre se hace a los ojos de sus convecinos,
y puede alcanzar la gloriosa proedría en los Juegos,
y recibir alimentos a cargo del público erario,
y de su ciudad un regalo, que tenga por premio.
Incluso lo puede lograr con caballos todo eso,
sin ser tan valioso como yo. Pues mejor que la fuerza
de los caballos y los hombres es nuestro saber.
Pero todo eso se juzga con mucho desorden; injusto
es preferir al saber verdadero la fuerza corpórea.
Pues, aunque en el pueblo se encuentre un buen luchador,
o un campeón del pentatlo o un as de la palestra,
o alguien ligero de pies, que es lo más apreciado
en las pruebas de fuerza que van a certamen,
por eso no va la ciudad a tener buen gobierno.
Mínimo gozo consigue sacar la ciudad de eso,
de que alguno compita y venza en la orilla de Pisa.
Pues tal hecho no va a engrosar los tesoros del pueblo" (Jenófanes de Colofón, frag. 2D).
"A la Soberana de Sicilia de óptimas cosechas,
a Deméter, y a su hija, a Cora, de violetas coronada,
celebra, Clío de dulces dones, y a los raudos
corceles de Hierón que en Olimpia corrieron.
Porque se lanzaron con la soberbia Victoria
y la Gloria en las márgenes del Alfeo de amplios
remolinos, y han hecho que el hijo feliz
de Dinómenes allí coronas obtuviera.
Y el gentío, admirado, exclamó:
" ¡ Ah, tres veces bienaventurado el hombre
que, tras haber recibido de Zeus el dominio
del máximo poderío entre los griegos,
sabe no encubrir el torreón de su riqueza
bajo la tiniebla de oscuro manto! "
Rebosan los templos de festivos sacrificios
de bueyes, rebosan de hospitalidad las calles.
Brilla con sus centelleos el oro
de los trípodes de borde labrado que se yerguen
delante del templo, donde el magnífico recinto
de Febo junto a las aguas que brotan de Castalia
gobiernan los Delfos. A la divinidad, al dios,
dé uno gloria. Pues es la mejor de las dichas.
Es así que, antaño, al soberano
de Lidia, domadora de caballos,
cuando aquella fatal decisión
Zeus llevó a término y fue Sardes
capturada por el ejército de los Persas,
a Creso le salvó la vida
Apolo el del arma de oro.
Aquél, llegando a tan desesperado día,
no pensaba aguardar ya más para una esclavitud
fecunda en llantos, sino que una pira
ante el patio de muros de bronce se hizo alzar,
y a ella con su esposa muy fiel
y con sus hijas de hermosas trenzas, que lloraban
inconsolablemente, se subía. Y sus manos
levantó al alto cielo y dijo a voces:
"Divinidad de irresistible poder,
¿dónde está la gratitud de los dioses?
¿Dónde el soberano hijo de Lato?" (Baquílides de Ceos, Epinicio III, 1-39)
"En efecto, los antiguos sacrificios y festivales parecen haber tenido lugar siempre después de la cosecha, puesto que de hecho eran festivales de la recolección; esto es sobre todo porque en esas ocasiones era donde había más tiempo libre" (Aristóteles, Ética a Nicómaco, 8, 9 1160a 25-28).
"Los dioses, compadeciéndose del linaje humano, que resulta tan sujeto a la miseria, han dispuesto para ellos unos relevos de las penalidades, que son los períodos de sus fiestas, y les han dado como compañeros en la celebración de ellos a las Musas, a Apolo Muságeta y a Dioniso, para que regulen como deben sus recreos, hallándose en tales festividades acompañados de los dioses" (Platón, Leyes, 2.653d).
"Mas cuando Teseo subió al trono, como era a más de inteligente poderoso, además de organizar en otros conceptos el territorio, eliminó los Consejos y magistraturas de las demás ciudades y las unificó con la ciudad actual, designando un solo Consejo y un solo Pritaneo; y obligó a todas las poblaciones a que, aun continuando cada una habitando su propio territorio como antes, tuviera a la sola Atenas por capital; la cual, al contarse todos como pertenecientes a ella, fue entregada por Teseo a sus sucesores convertida en una gran ciudad. Y en memoria de esto todavía hoy los atenienses celebran a expensas públicas las fiestas Sinecias en honor de la diosa. Hasta entonces la ciudad era lo que ahora es Acrópolis y la parte que está bajo ella y orientada al Sur principalmente. He aquí una prueba: en la propia Acrópolis están el templo de Atenea y los de los otros dioses, y los de fuera de ella están construidos con preferencia en dicha parte de la ciudad, así el de Zeus Olímpico, el de Apolo Pítico, el de la Tierra y el de Dioniso de Limnas, donde se celebran las más antiguas fiestas dionisiacas [las Antesterias] el doce del mes Antesterion, según la costumbre de los jonios, descendientes de los atenienses, que aún perdura. Otros varios templos antiguos están situados en esta zona. Los habitantes de entonces utilizaban para las ceremonias más importantes por estar cerca, la fuente llamada Eneacruno por haberla dado esta disposición los tiranos y que antes, cuando tenía los manantiales al descubierto, era llamada Calirroe; y todavía hoy, por la tradición antigua, se acostumbra a usar su agua para las ceremonias que preceden a las bodas y en los demás ritos sagrados. Y por este hecho de haber sido habitada antiguamente la Acrópolis es llamada hoy día Polis por los atenienses". (Tucídides, II, 15)
"Así pues, Hiparco, como había pensado, infirió una afrenta a Harmodio, que había rechazado sus pretensiones: el y Hipias llamaron a una hermana suya soltera para que viniera a hacer de canéfora en cierta procesión, y luego la despidieron diciendo que en forma alguna la habían llamado, por no ser digna de aquel honor. Si Harmodio se indignó por ello, mucho más se encolerizó Aristogitón, por amor a él. Tomaron todas las disposiciones en unión de los que con ellos habían de participar en el atentado, pero esperaron a las grandes Panateneas, único día en que no resultaba sospechoso que los ciudadanos que iban en la procesión fueran armados formando grupo; el plan era que Harmodio y Aristogitón actuaran los primeros y que seguidamente los otros les ayudaran a luchar con la guardia. Los conjurados no eran muchos, por precaución, pues esperaban que incluso los no enterados fuera cualquiera el número de los que iniciaran, la revuelta, quisieran inmediatamente ayudar a su propia liberación, dado que iban armados.
Cuando llegó la fiesta, Hipias se hallaba fuera de la ciudad en el barrio del Cerámico y con sus guardias disponía en qué orden debían ir los distintos componentes de la procesión; Harmodio y Aristogitón, armados ya con puñales, se disponían a actuar. Pero al ver a uno de los conjurados hablar familiarmente con Hipias (pues era para todos fácil de abordar), se asustaron y pensaron que habían sido delatados y estaban a punto de ser apresados. En vista de ello. quisieron vengarse primero, si podían, del que les había hecho desgraciados y por cuya causa arrostraban todos aquellos peligros; y sin más entraron por la puerta de Atenas y encontraron a Hiparco junto al templo llamado Leocorion. Cayendo al punto sobre él ciegos y llenos de furor - el uno por celos, el otro por el ultraje -, le hirieron y mataron. Aristogitón escapó de momento a la guardia, aprovechando el revuelo de la multitud, pero luego qué apresado y no fue tratado suavemente; Harmodio, en cambio, pereció al punto allí mismo.
Al dársele la noticia a Hipias en el Cerámico, se dirigió inmediatamente no al lugar del suceso, sino al encuentro de los hoplitas de la procesión, para llegar antes de que se enteraran, pues se hallaban lejos; y componiendo el semblante para disimular lo ocurrido, les ordenó, señalándoles cierto lugar, que se retiraran a él sin armas. Ellos fueron allí creyendo que iba a decirles alguna cosa; pero Hipias mandó a sus soldados recoger las armas y separó enseguida a aquellos a los que culpaba y a todos los que les fue encontrado un puñal; pues los atenienses acostumbraban a ir en las procesiones con escudo y lanza" (Tucídides, VI, 56-58).
"Este recinto en común consagraron,
grande y bien visible, los lesbios, y dentro
elevaron altares a los dioses eternos
e invocaran a Zeus el Protector,
y a ti, ilustre diosa, la Eolia,
generadora de todo, y en tercer puesto
a éste, Piel de Corzo, a Dioniso,
devorador de carne cruda. Vamos,
con ánimo benévolo escuchad
nuestra súplica y salvadnos
de estos rigores y el amargo exilio.
Y que caiga sobre el hijo de Hirras
la Erinis vengadora de quienes antaño
juramos, con rito sagrado, no entregar
nunca a ninguno de los compañeros,
sino quedar muertos revestidos de tierra,
a manos de los hombres que entonces
mandaban, o matarlos y al pueblo
librarlo luego de sus penalidades." (Alceo de Mitilene, frag. 129 L-P).
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