Además de la peculiaridad del contexto arqueológico, las características formales del carro y sus elementos, su cantidad y calidad y su excepcional estado de conservación, constituyen aspectos que convierten este hallazgo en un unicum en el ámbito, no sólo de la arqueología peninsular, sino también europea. Por lo que se refiere a su tipología o aspectos formales, el conjunto remite al período ibérico, probablemente a su fase plena, en torno al siglo IV a. C. Así lo sugieren los paralelos disponibles en otros lugares del mundo ibérico como los restos de ruedas y piezas de carros documentados en la cámara sepulcral de Toya (Jaén), el Mirador de Rolando (Granada), Lorca (Murcia), Baza (Granada), y, quizá, Piquía (Jaén) y la datación del material cerámico que aparece en el relleno de la zanja practicada para enterrarlo. Con todo, es preciso aguardar a la confirmación de las pruebas de carbono 14, a las labores de restauración, que comenzarán próximamente y a la realización de un estudio tipológico detallado, actualmente en proceso, para alcanzar conclusiones definitivas al respecto. Es posible adelantar, no obstante, que el carro de Montemayor parece presentar algunas características formales excepcionales a la vista de los paralelos conocidos en el mundo ibérico.
Reconstrucción de rueda de carro ibérico procedente de la cámara de Toya. Museo de Jaén
Pasarriendas del carro ibérico del Cerro de la Horca.
Pasarriendas del carro del Dpto. 236 de La Bastida de Les Alcusses (Valencia). Foto SIP Valencia.
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