El caballo era un animal de especial consideración entre los pueblos galos. Su empleo, además de animal doméstico (como fuerza de tracción y alimento), estaba relacionado con la esfera bélica, con el prestigio derivado de su posesión y con el mundo religioso y simbólico
El caballo es un animal caro y delicado, lo cual lo hacía poco accesible. Por lo tanto, es lógico que fuese un elemento de prestigio y de riqueza. Y es que, sin duda, se convirtió en un elemento resaltador de status y símbolo de una elite con ideales guerreros.
Los galos, conjunto de diferentes pueblos que residían la Galia, habitaban el ámbito geográfico formado por Francia, Bélgica, parte de Suiza y de Alemania (Galia Transalpina) y el norte de la península italiana (Galia Cisalpina).
Como cuenta César en sus comentarios sobre la Guerra de las Galias, la Galia Transalpina se componía de tres zonas distintas entre sí por el idioma, las costumbres y las leyes: la Aquitania, la Bélgica y la Céltica. Una parte de la Transalpina, la Provincia (después, la Narbonense), había sido conquistada en el siglo II a.C.
En efecto, las tres partes de la Galia independiente presentaban sus particularidades. Así, la Aquitania, al suroeste, habitada por pueblos como los tarbelos, estuvo siempre abierta a influencias griegas y romanas. Al norte, la Bélgica, entre el Sena, el Marne y el Rin, estaba ocupada por los pueblos belgas, entre otros, los ambianos, los atrebates, los suesiones y los belóvacos.
Por su parte, la Galia Céltica, al norte del río Garona, estaba habitada por numerosos pueblos, así estaban los eduos, aliados de los romanos desde el siglo II a.C, cuya capital se encontraba en el oppidum de Bibracte, los arbernos y los manduvianos, cuyo centro principal era el oppidum de Alesia, escenario del enfrentamiento entre César y Vercingétorix, en el 52 a.C.
Otros pueblos de la Galia Céltica eran los senones, los secuanos y aquellos que habitaban la llamada Armórica, en parte de la actual Bretaña, como los redones y los vénetos (vid.mapa).
En general, entre estos pueblos, los caballos fueron muy valorados como elemento de prestigio, tal y como se refleja en el mundo funerario, donde el ajuar funerario contiene muchas veces elementos de arnés del caballo. Este valor social fue siempre acompañado de un significado inherente de carácter religioso y simbólico. De esta manera, su importancia hizo que se conviertiera en un animal que aparecía con frecuencia en los rituales de sacrificio, especialmente en los santuarios del norte de la Galia, como Gournay-Sur-Aronde en la región de Picardía.
Este valor religioso explica que el caballo, los équidos en general, estuviera vinculado a deidades del panteón galo. Tal es el caso de la diosa galorromana de origen céltico Epona, cuyo culto se difundió hasta Britania y el este de Europa, abundando en la región de Borgoña y en la zona del limes germánico.
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