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Vida Doméstica y Mundo Funerario

EL CABALLO EN LA VIDA DOMÉSTICA Y EN EL MUNDO FUNERARIO

 

EN LA VIDA DOMÉSTICA

El caballo doméstico debió aparecer en la Europa occidental en el curso de la Edad del Bronce. En el marco del caballo doméstico europeo, el galo se caracterizaba, en concreto, por su talla modesta si se compara con los ejemplares actuales. Su altura estaba comprendida entre 110 y 150 centímetros con una media de algo menos de 130.

El pequeño caballo galo era utilizado como fuerza de tracción y, como se ha demostrado por los restos óseos, era consumido en los hábitats como otras especies.

Con todo, según César los galos tenía especial interés por los caballos de mayor tamaño.

Más aún, los germanos no tienen para su uso caballos importados, a los cuales son los galos aficionados en extremo y los pagan a cualquier precio (BG IV, 2, 1-2).

En efecto, en algunos yacimientos se han documentado caballos mayores, presumiblemente importados del este. Así, del conocido oppidum alemán de Manching proceden restos óseos de ejemplares más grandes que los típicos caballos galos.

Estos caballos de mayor tamaño serán el origen de las razas romanas. De hecho, desde los inicios del período romano los caballos de más talla serán cada vez más numerosos, sin que esto suponga la desaparición de los ejemplares indígenas. Los otros équidos domésticos, como la mula, el asno y el burdégano, debieron llegar al tiempo que las legiones romanas. Sin duda, últimos tuvieron un importante papel en la vida doméstica galorromana

 

EL CABALLO EN EL MUNDO FUNERARIO
 

Entre los pueblos galos, el caballo tenía un fuerte vínculo con el mundo de la muerte. En la amplia bibliografía sobre la religiosidad de los galos se ha mencionado en muchas ocasiones el valor del caballo como animal psicopompo, portador de las almas al Más Allá y se le ha relacionado con la llamada "heroización ecuestre", por la que el difunto adquiere tras su muerte un rango especial; se convierte en un héroe que muestra su status, como lo hacía en vida, montado a caballo.

Aquí nos interesa la presencia de los équidos en el contexto de las necrópolis; ya sea de forma directa (restos óseos) o por el hallazgo de piezas relacionadas con el caballo, como el carro o los arreos para la monta, que atestiguan el valor social de estos animales como una forma más de señalar el status de un grupo determinado. Ya que, de manera directa o indirecta, el caballo aparece por lo general en las tumbas más ricas.

Durante la primera Edad del Hierro, las tumbas de carro, como la de la "princesa" de Vix  o el túmulo "principesco" de Hochdorf iniciaron una tradición que, con sus particularidades, continuó hasta época romana. Estas tumbas tardohallstáticas se caracterizaban por su rico ajuar funerario, compuesto principalmente por grandes recipientes metálicos para el banquete, piezas valiosas del adorno personal y carros con un destino indudablemente ceremonial. Estos vehículos alargados de cuatro ruedas, serán sustituidos en la segunda Edad del Hierro por otros más ligeros de dos ruedas que también serán utilizados con fines funerarios.

A comienzos de La Tène existían ricas tumbas, con armas y vehículos de dos ruedas como elementos típicos del ajuar funerario, en el territorio de las Ardenas belgas y en Champagne. Entre estas tumbas de carro hay que destacar la de La Gorge Meillet, en la región del Marne, excavada en el siglo XIX y datada en la segunda mitad del siglo V a.C. En esta sepultura se hallaron junto al difunto inhumado los restos de las dos ruedas del carro, armas, arreos de caballo ornamentados y varias vasijas, entre las que destaca una jarra de bronce de tipo etrusco. Similar a la anterior son las tumbas de Somme-Bionne y de Sablonnières (Aisne). Esta tradición de las tumbas con carro, aunque ciertamente cada vez menos frecuente, siguió en la segunda Edad del Hierro. Por otro lado, en las tumbas excavadas de la segunda Edad del Hierro se han sacado a la luz elementos de arreo (bocados, espuelas,...) que han permitido reconstruir el atalaje del pequeño caballo galo.

En líneas generales, los galos utilizaban dos tipos de freno, uno más sencillo con bocado o embocadura de una sola pieza y otro que estaba formado por dos piezas articuladas.Los bocados de caballo se han hallado en numerosas necrópolis galas (Las espuelas, aunque en menor medida, también formaban parte del ajuar funerario de las tumbas, como en Goeblingen-Nospelt. Ya hemos visto que en algunas tumbas de carro se han recuperado restos óseos de caballos. Pero, en general, los équidos no son muy frecuentes en las necrópolis. Ahora bien, en Soissons (Aisne) se hallaron dos tumbas de carro de finales de la Edad del Hierro con restos óseos de caballos y de otros animales que no fueron consumidos. En los cementerios de La Tène de la Galia septentrional, contemporáneos de los santuarios de Gournay-sur-Aronde o Ribemont-sur-Ancre, se ha comprobado la importancia de los restos faunísticos destinados a ser consumidos; es lo que se ha denominado "ofrendas alimenticias". En efecto, las especies, más representadas en las necrópolis son aquellas que se seleccionaban para fines culinarios, como los suidos, bóvidos u ovicápridos, excepto los équidos que, como en los santuarios, no son consumidos.

La presencia del caballo en algunas tumbas puede tener un sentido simbólico relacionado con el especial significado que tenía este animal entre los galos. En la pequeña y rica necrópolis de Tartigny (Oise) fechada en el período medio de La Tène se han excavado cinco tumbas, en la mayoría de las cuales se han recogido restos de fauna. En la sepultura cinco de esta necrópolis, en la que también se recuperó el esqueleto de un perro, se halló tan sólo la mandíbula de un caballo de unos ocho años cuya presencia no debió ser accidental. En otras tumbas se han hallado sólo piezas dentarias de équidos; así, en Rouliers (Aure) se recuperó un incisivo al igual que en Acy-Romance (Ardenas) y en la necrópolis de Epiais-Rhus (Val d´Oise).

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