La tabla periódica de los elementos químicos es una de las representaciones más significativas de la ciencia y uno de los referentes culturales más importantes de la historia de la humanidad. En 1869 el ruso Dimitri Mendeléiev sintetizó esta clasificación al predecir dieciséis elementos, aunque acertó la mitad. La última versión de la tabla, que data del 28 de noviembre de 2016, cuenta con un total de 118 elementos tras incorporarse a la séptima fila el nihonio (Nh) –el único que se ha descubierto en Asia, concretamente hace referencia al nombre poético de Japón- el moscovio (Mc), el tenesio (Ts) y el oganesón (Og). Los números 113, 115, 117 y 118, por lo tanto, son los últimos “fichajes” de una tabla que comenzó a hacerse visible hace 150 años.
La efeméride del Año Internacional de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos, con eventos y actividades a lo largo y ancho del planeta, es objeto de un curso de verano complutense que incorpora también a las aulas el debate sobre el impacto de la química en la sociedad. En la inauguración, su director y decano de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense Francisco Ortega estableció los tres ejes de Docencia, Investigación y Divulgación “en mayúsculas” que deben imperar en todas las actividades del Año Internacional. En la línea de aprovechar esta conmemoración para acercar el conocimiento de la química a los ciudadanos, Margarita San Andrés, vicerrectora de Investigación y Transferencia de la Universidad Complutense, subrayó la utilidad de la tabla periódica para los avances en la ciencia, la tecnología e incluso el arte. “Realmente ha sido la base para todo lo que ha venido después, incluso para los cuadros de los impresionistas, que usan pigmentos a partir del cromo (Cr)”. El carácter transversal en torno a esta hoja de ruta química también lo destacó José Luis Priego, secretario del seminario y profesor titular de Química Inorgánica de la Complutense.
Al fin y al cabo, la tabla periódica es un “soporte ideal para hablar de cultura”. Así lo manifestó Pascual Román, catedrático de Química Inorgánica y profesor emérito de la Universidad del País Vasco. Aprovechando el “sesquicentenario” (siglo y medio) de la existencia de este hito científico, alertó de caer en el “maniqueísmo” de catalogar a alguien como solo de letras o de ciencias, porque, por ejemplo, “la química está al servicio de la ciencia y ambas forman parte de la cultura”. Acercar su disciplina a los ciudadanos es posible con sugerentes preguntas como ¿cuántos elementos químicos hay en un teléfono móvil? o ¿cuántos están relacionados con la mitología? Román dio la respuesta: 29 o 31, según las fuentes, en el primer caso; los siete metales de la antigüedad (oro, plata, hierro, mercurio, estaño, cobre y plomo), en el segundo. Más datos, apuntados por el profesor emérito de la Universidad del País Vasco, para llamar la atención. Mientras la Universidad Nacional Autónoma de México acaba de inaugurar una recreación de la tabla periódica de 600 metros cuadrados en la fachada de su edificio de la Facultad de Química, la representación más pequeña de la misma es logro de la Universidad de Nottingham con siete micras de alto por catorce de largo.
Por su parte, el catedrático de Química Física de la Complutense Antonio Rey relacionó la periodicidad de los elementos químicos con el ritmo de la música. Según él, con esa característica compartida, las canciones también pueden ayudar a memorizar la tabla porque el arte y la ciencia van de la mano.
Hay buena química
Los químicos que participan en el curso, entre los que se encuentra el catedrático emérito de la Universidad Complutense Miguel Ángel Alario, han repartido tablas periódicas a estudiantes y profesores de otros seminarios. De hecho, algunos de los que han recibido el documento están estudiando de nuevo los elementos químicos, sus características y sus símbolos. Este hecho entronca con el objetivo que persiguen la Real Sociedad Española de Química y su presidente Antonio M. Echavarren: divulgar entre la sociedad los aspectos “positivos” de esta ciencia. “La gente recuerda con simpatía la tabla periódica y muchas personas son capaces de enumerar los alcalinos o los halógenos de memoria”, manifestó. Además, hay expresiones como “hay buena química”, que define las buenas relaciones entre las personas, y que está basadas en hechos empíricos: “Los olores que nos transmitimos resultan atractivos y el olor es el sentido químico por excelencia porque las moléculas interaccionan directamente con las neuronas”. A pesar de que a veces la química se percibe de una manera “muy superficial y se relaciona con la toxicidad”, Echavarren reseñó la importancia de la industria química, la segunda en orden de importancia en nuestro país.
El presidente de la Real Sociedad Española de Química y catedrático de Química Orgánica de la Universitat Rovira i Virgili elogió, de igual modo, la investigación química en España, que ocupa el séptimo puesto del mundo, por encima del undécimo lugar en el que está la investigación en general de nuestro país. “Los químicos españoles están inventando cosas ahora mismo que van a provocar un impacto muy importante en los próximos años. Esto es una realidad”, apostilló.
A pesar de los notables grupos de investigación en Cataluña, Madrid, Asturias y Andalucía y de estar “en el pelotón de cabeza” en el panorama internacional, sería “deseable”, según él, una financiación “un poco mayor” para un campo de “interés nacional que está haciendo maravillas”.
Asimismo, la presencia española en las instituciones químicas de todo el mundo puede ayudar a la difusión de esta disciplina en nuestro país. A Pilar Goya, presidenta de la Sociedad Química Europea EuChems, y a Javier García, que estará al frente de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC) en el bienio 2022-2023, se une la influencia de Luis Echegoyen, norteamericano de origen portorriqueño que preside la American Quimical Society. La química habla español en todo el mundo. Buen homenaje a los tres elementos aportados a la tabla periódica por científicos de nuestro país: el platino (Pt), el wolframio (W) y el vanadio (V).
Fuente: UCM (Universidad Complutense de Madrid)
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